viernes, 17 de octubre de 2014

Roland Barthes

Roland Barthes
(1915-1980)
La creación de figuras y hechos míticos están motivados por un sentimiento de impaciencia provocado de forma ‘natural’ con que la prensa, el cine, el arte, el sentido común, encubren permanentemente una realidad que no por ser la que vivimos deja de ser absolutamente ‘histórica’, real, verdarera o justa. Con su construcción del mito Barthes quería poner de manifiesto el abuso ideológico que se encuentra oculto en la exposición decorativa de lo evidente. Barthes consideraba la posibilidad de revertir la clasificación de Saussure y tomar a la semiótica como una parte de la lingüística. El Mito es un medio para desenmascarar la falsa evidencia en la que se sostiene la noción de “lo natural”. El mito es un habla, el modo de significación de una forma. El mito es un habla y la encontramos en él el sistema tridimensional significante, el significado y el signo.
La revista Match contó la historia de un matrimonio joven de profesores que se fue a África a pintar cuadros llevando consigo a su hijo de meses, Bichín. Esta historia conmovió a la gente cuando la leyó, impresionada por la “valentía” de los padres y del niño, pues está arraigada en el “mito pequeñoburgués del negro”. La distinción entre significado, significante y signo resultará crucial en el estudio del mito como esquema semiológico.
El sentido está claro de nuevo, la historia del matrimonio que va con su bebé a África a pintar cuadros. Pero la forma se llena de nuevo con otro concepto, a saber, "la valentía del blanco al viajar a tierras hostiles pobladas de negros salvajes y caníbales"¿Quién se para a pensar en la estupidez de tal empresa teniendo delante una suculenta historia sobre el contraste entre la civilización blanca occidental y la barbarie negra africana? Esta historia satisface las ansias (conscientes o inconscientes) de cuentos sobre el salvajismo, en este caso los negros incivilizados (que se oponen a la imagen del bárbaro domesticado, el otro lugar común de las historias de África). El heroísmo de Bichín está en el constante peligro de ser comido por los negros caníbales, algo que nunca sucede, como si el pequeño niño blanco fuera más poderoso. Personifica la lucha entre lo blanco y lo negro, lo puro y lo impuro, el alma y el instinto.
El hecho de que el protagonista sea este niño inocente hace que la inocencia se traslade al lector, como si pudiera ver la historia a través de los ojos infantiles: África se vuelve un espectáculo, un teatrillo, los negros no son personas sino personajes reducidos a la función de entretener al blanco occidental civilizado con sus extravagantes costumbres, que aparecen como imágenes de una película. El peligro que representan en esta historia es también un peligro teatral, sirve sólo para hablar de ello, para convertir la historia en algo más interesante y asequible a la mentalidad que concibe al negro como inferior al blanco, tanto en su sometimiento como en su libertad salvaje.
Este mito pone de manifiesto la distancia entre el conocimiento y la mitología, entre la ciencia y las representaciones colectivas, que marchan dispares a conveniencia del poder, a quien no le interesa que el conocimiento llegue a la gran masa y por ello alimenta las imágenes estereotipadas y adormecedoras de la conciencia crítica.

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